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El riesgo de prematuridad estará acentuado 'solo si la mujer embarazada presenta un mal estado de salud previo'.
La enfermedad causada por el coronavirus se ha denominado por consenso internacional COVID-19, y según las evidencias actuales de la pandemia, se calcula que el período de incubación es de unos 5 días (rango de 2-14 días). La enfermedad afecta principalmente a personas de entre 30 y 79 años, siendo muy poco frecuente entre los menores de 20 años. Según la doctora Carmen Sala Salmerón.
El 80% de los casos identificados presentan un cuadro leve y un 20% puede tener manifestaciones clínicas más graves, en la mayoría de estos casos los pacientes presentaban enfermedades de base como hipertensión, enfermedades cardiovasculares, diabetes o enfermedad respiratoria crónica.
“Las embarazadas no tienen un mayor riesgo de contagio por coronavirus, al igual que pueden permanecer asintomáticas, como todos nosotros, si llegan a padecer el COVID-19”, subraya la especialista en calidad de vida de la mujer.
“Tampoco existe riesgo de malformación fetal, puesto que no hay transmisión a través de la placenta, barrera para que no entre el virus dentro del útero”, aclara.
Además, no se ha observado peligro de aborto por coronavirus, “a no ser que la paciente padezca una neumonía u otra enfermedad grave y su estado patológico sea el causante del aborto”, señala.
El riesgo de prematuridad estará acentuado “solo si la mujer embarazada presenta un mal estado de salud previo. Si se contagiara con el COVID-19 coronavirus, se podría adelantar el parto y se le efectuaría una cesárea“, especifica.
“No está contraindicada la lactancia, pero hay que tener muy en cuenta todas las medidas preventivas generales de transmisión persona a persona, como el resto de la población -indica-. Pese a todo, es necesario atender y tener muy en cuenta las recomendaciones de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).
Infección por coronavirus durante el embarazo
Según informa en un documento la SEGO, “existen muy pocos datos referentes a la infección por COVID-19 durante el embarazo; sin embargo, los datos existentes acerca de la infección por otros coronavirus similares (SARS-CoV y MERS-CoV), hacen extrapolable el posible efecto del coronavirus en la mujer embarazada”.
El embarazo pareció empeorar el curso de la enfermedad por SARS del año 2003:
- Mayor tiempo de hospitalización, mayor tasa de fallo renal, sepsis, CID (coagulación intravascular diseminada), ingreso en la unidad de cuidados intensivos (UCI) (el 40% de las embarazadas requirieron ventilación mecánica frente a un 13% en adultos) y con mayor letalidad.
- En ningún caso se demostró la transmisión del virus de la madre al feto.
El efecto del MERS, notificado en 27 países desde 2012, tampoco se demostró la transmisión del virus de la madre al feto.
“Hay muy pocos datos disponibles, todavía, sobre la relación entre COVID-19 y la mujer embarazada, pero parece que no son más susceptibles de infectarse por coronavirus: “En base a los datos del SARS y MERS, la infección en las embarazadas puede asintomática o causar serios problemas respiratorios, incluso la muerte”.
“En 9 casos estudiados de COVID-19 en mujeres embarazadas hasta el 12 de febrero, el cuadro clínico que presentaron fue: en 7 casos fiebre, 4 tos, mialgia en 3, dolor de garganta en 2 y malestar general en 2 casos. En 5 casos se detectó linfopenia (número de linfocitos anormalmente bajos) y en 3 casos transaminitis (elevación de las transaminasas AST-ALT). Ninguna paciente desarrolló una neumonía severa por este virus y no hubo ninguna muerte”.
“Nacieron 9 niños vivos, todos ellos por cesárea. Se detectó sospecha de pérdida de bienestar fetal en 2 casos, pero no hubo ningún caso de asfixia fetal. Todos los recién nacidos tuvieron una puntuación en el test de Apgar de entre 8-9 al primer minuto y entre 9-10 a los 10 minutos”.
“En una segunda serie de 9 embarazadas con 10 niños, publicada el 10 de febrero, los síntomas se iniciaron antes del parto en 4 casos, 2 en el mismo día del parto y en 3 casos en el posparto. La clínica fue similar a las no embarazadas, principalmente fiebre y tos. En 6 casos se detectó alteración del bienestar fetal, 7 fueron cesáreas y 6 niños nacieron prematuros”.
“El síntoma principal en 6 de los recién nacidos fue distrés respiratorio, 2 tuvieron fiebre, alteración de la función hepática en otros 2, un caso de taquicardia, un caso con vómitos y un neumotórax. En el momento de la publicación 5 recién nacidos estaban sanos, uno había fallecido y 4 permanecían hospitalizados pero estables”.
- De estas dos publicaciones se puede extrapolar, con la máxima precaución, dado el número limitado de casos: La neumonía en las pacientes embarazadas no parece ser más grave que en el resto de grupos de población.
- No hay evidencia de la transmisión intrauterina del COVID-19 en mujeres que adquieren la infección durante el tercer trimestre de embarazo.
- La infección perinatal por coronavirus puede tener efectos adversos sobre los recién nacidos, como pérdida del bienestar fetal, parto prematuro, distrés respiratorio, trombocitopenia acompañado de alteración de la función hepática e incluso muerte.
“El manejo de la mujer embarazada infectada por coronavirus debe correr a cargo de un equipo multidisciplinar que establezca el lugar más adecuado para el correcto tratamiento del binomio madre-feto y permita mantener el control y la pronta actuación en caso de deterioro materno o fetal o que se inicie trabajo de parto prematuro”.
“Los cambios en el bienestar fetal (RCTG) pueden ser un primer síntoma de deterioro materno. Basándonos en la experiencia con el SARS y el MERS, las embarazadas pueden tener un fallo respiratorio severo y, en los casos más severos, la ventilación mecánica puede no ser suficiente para conseguir una adecuada oxigenación”.
En estos casos, y en centros donde se tenga experiencia, la oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO) podría tener un papel necesario en la mujer embarazada.
“Se recomienda que la atención al parto se realice en una habitación con presión negativa. Si ello no es posible, el paritorio debería contar con un sistema de ventilación adecuado. El personal que atienda al parto debe llevar el equipo de protección individual, que incluye: gorro, gafas, batas impermeables, guantes y mascarillas N95.
“Para reducir el riesgo de transmisión vertical, se recomienda el clampaje inmediato del cordón umbilical y evitar el contacto piel con piel”.
“El documento de consenso para la prevención y el control de la infección perinatal por el COVID-19, publicado recientemente por un grupo de expertos chinos, recomienda a las madres con sospecha o diagnóstico de infección por coronavirus que no realicen lactancia materna hasta que se disponga de más datos acerca de su seguridad”.
Cuidados de niñ@s nacid@s de madres infectadas por COVID-19
“Los niños nacidos de madres infectadas por COVID-19 deben ser considerados como “casos en investigación” y por tanto deben ser aislados del resto al nacer”.
“La posibilidad de transmisión de la madre infectada al recién nacido por las secreciones maternas hace que se recomiende separar temporalmente al recién nacido de su madre mientras la madre se considere potencialmente transmisora”.
“Deben limitarse las visitas a la persona que cuida al recién nacido (progenitor sano), facilitándolelas medidas de protección adecuadas: bata, guantes, mascarilla, protección ocular.
“La decisión de no separar madre y recién nacido debe ser individualizada, en función de la severidad de la infección, signos y síntomas, y de los resultados de los test de laboratorio para el diagnóstico de COVID-19”.
Si por algún motivo especial no se pueda separar al recién nacido de su madre, deben considerarse algunas medidas especiales:
- Disponer de ciertas barreras arquitectónicas (mampara…) y colocar al recién nacido a más de 2 metros de distancia de la madre.
- Si la madre debe cuidar del recién nacido, no hay ninguna otra persona que pueda hacerlo, la madre debe usar mascarilla quirúrgica a distancias inferiores a 2 metros y, para cualquier manipulación del recién nacido, usar guantes y realizar higiene de manos antes y después de cualquier contacto con el recién nacido.
Lactancia materna y COVID-19
“El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades americano (CDC) recomienda que durante el período de separación de madre y recién nacido se aconseje a la madre que se extraiga la leche, previa limpieza de las manos, con un extractor de leche adecuado, y esta leche pueda administrarse al recién nacido por una persona sana”.
“El extractor de leche debe limpiarse después de cada extracción con los desinfectantes adecuados”.
“Si madre y recién nacido permanecen juntos, la madre debe desinfectarse las manos antes de cada toma y colocarse la mascarilla facial”.
“Sin embargo, el grupo de expertos de China recomienda que hasta que no existan datos suficientes, no se puede descartar la posibilidad de transmisión vertical de COVID-19, por lo que los recién nacidos de madres infectadas no deberían ser alimentados con leche materna hasta que sus madres y la leche den negativo para la infección”.
“La decisión final sobre el tipo de alimentación del recién nacido deberá consensuarse entre la paciente y el equipo tratante en base a los conocimientos científicos de cada momento y el estado de salud de la madre y el recién nacido”.
Para la doctora Carmen Sala Salmerón, ahora prima la prevención total del coronavirus siguiendo las pautas de la autoridades sanitarias, pero ella no deja de recalcar que “debemos evitar las múltiples visitas de familiares y amig@s a las mujeres embarazadas, a las puérperas y a las lactantes. Es la mejor manera de demostrarles nuestro cariño o nuestro amor”.
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