Lun, 11/18/2019 - 11:40
- Sexo y Pareja
Las relaciones no son de una sola vía. Para que funcionen tiene que haber un intercambio que debe ser natural y no se puede exigir al otro lo que este no quiere dar.
En la vida nos enseñan a ser bondadosos, querer al prójimo, ayudar al más necesitado o poner las necesidades de los demás antes de las nuestras. Todas estas son cualidades importantes en un ser humano en justa medida.
Pero, ¿qué pasa cuando nos convertimos en personas que todo el tiempo estamos dando de nosotros al otro y a la vez entregándole cierto poder sobre nuestras emociones, decisiones y pensamientos sin expresar lo que realmente deseamos? Es ese sentimiento de sacrificar algo de nosotros para recibir un sentimiento de aprecio o validación, no por lo que somos sino por lo que hacemos.
Si te sientes identificada a lo mejor estás dando de más y no pones límites entre lo que haces, lo que eres, lo que das y lo que recibes. Las relaciones no son de una sola vía. Para que funcionen tiene que haber un intercambio que debe ser natural y no se puede exigir al otro lo que este no quiere dar. Pero tampoco puedes regalar lo que el otro no llega a apreciar. Hay que poner límites.
Los límites son meramente medidas personales de hasta dónde doy de mí y hasta dónde me debo cuidar. Muchas veces ponerse de primero o decir 'no' a algo que el otro desea es visto como acto de egoísmo, pero realmente puede llegar a ser necesario para el autocuidado y prevenir daños mayores a futuro como relaciones abusivas, acciones peligrosas, desgaste emocional, depresión o algo peor.
Creo que todos en algún momento hemos vivido las consecuencias por no decir algo que nos ha lastimado, sea por temor a enfrentarnos a la persona y “perderla” o aceptar hacer cosas que van en contra de nuestro deseo para evitar luego sentir culpa si decimos que no. También el permitir conductas de las cuales nos arrepentimos por sencillamente no querer que el otro se sienta mal.
La realidad es que el verdadero daño no es tanto permitir que el otro transgreda nuestros límites, sino que al no ponernos de primero y protegernos nos exponemos a experiencias incómodas (y a veces hasta riesgosas) con creencias irracionales que llegamos a considerar, como que sacrificando nuestra propia lealtad obtendremos más aceptación, amor y validación.
Quien te respeta, quiere y valora de verdad aceptará tu “no” u otro límite. Puede no gustarle, pero te lo respetará. Es nuestra responsabilidad comunicarle al otro cómo deseamos ser tratados, es un derecho. Para esto, establecer los límites es clave y sano.
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